No recuerdo exactamente el año, ni la fecha, de hecho consciente o inconscientemente mi cerebro bloqueo una parte de mi vida, quizás para evitar el sufrimiento.
Era exactamente un año menor de lo que es mi actual edad (tengo 25) y me doy cuenta que su vida se apagó sin concluir sueños, sus aspiraciones quedaron en el aire y me da coraje, porque se que tenía un largo camino por delante.
Este post lo quiero dedicar con todo mi corazón a una persona muy especial en mi vida, que vigila desde arriba cada paso que doy (al menos es lo que dice mi madre), aunque lamentablemente mi mente ha bloqueado los recuerdos.
Antonio Vázquez Rosas era su nombre y es mi hermano, provenimos de diferente padre, pero de una madre que nos mantuvo unidos sin diferencia. Él falleció a la edad de los 24 años, hasta el momento por causas que no logramos comprender, pero es un hecho que su vida quedó trunca.
Nací el 19 de diciembre de 1985 y ante la ausencia de un padre que simplemente se negó a reconocer su sangre, mi hermano tomó el papel durante el parto.
Cuenta mi madre que siempre fui la alegría de la casa, tengo tres hermanos más, sin embargo para Antonio siempre fui como el hijo que nunca logró tener.
“Podría irse de parranda y llegaba en la madrugada con varias bolsas de pañales” recuerda mi madre.
Realmente no tengo una imagen certera de cómo era la convivencia, no recuerdo algún gesto de cariño que haya tenido conmigo, aunque se que lo hubo, sólo tengo una imagen difusa de su persona.
Lo recuerdo sentado en la sala sobre una silla de madera, frente al televisor, con sus lentes de la marca Ray-Ban (padecía miopía), su larga cabellera hasta la cintura y su cuerpo robusto.
La imagen más cercana que mi mente permite visualizar es a la edad de los 7 años, lo vi en el patio engrasando las piezas de una bicicleta, le pregunté que hacía y me dijo que estaba armando un velocípedo para mí, pues lo había guardado por mucho tiempo.
Lamentablemente fueron sus últimos días, la bicicleta quedó inconclusa, nunca logré montarla, pero lo triste es que nunca más volví a platicar con él.
Fue un junio cuando ocurrió el suceso, no sé si fue 11 o 13, su vida se fue en 24 horas. No logró sacar de mi mente esa fotografía del funeral, es para mí un suceso que jamás hubiera querido pasar, verlo en esa caja, sin aire, con poco espacio, pero que al final era su último vehículo al descanso eterno.
Tal vez de ahí mi temor a la muerte, por momentos me quedó en silencio y hago que mi mente viaje al futuro para ver que tan preparado estoy para mi próximo encuentro con la muerte y fracaso, no puedo contener el llanto, de tan sólo pensar que alguien más en mi vida se puede ir antes que yo, o quizás me vaya antes que todos, repruebo el hecho de dejar de palpar, sentir y respirar. Pero es un hecho que haya vamos todos ¿En que momento?, no lo se, ahí entendí que la muerte no respeta edad, ni estatus social.
Donde estés y aunque quizás me encuentro muy lejos de donde yace tu última morada, quiero que sepas con estas letras que por ti llevo el rock en mi sangre, escuchar la canción de “En Algún Lugar” de Duncan Dhu es como un homenaje a tu persona y esos acetatos que siempre vi en la casa, por ti lucho por mamá y me da miedo pensar de que se vaya algún día y aunque a veces me hubiese gustado que vivieras para darme algún consejo que quizás no me dio mi padre, se que me guías desde arriba.
A veces miro el cielo y en la nubes creo ver tu rostro, pero quizás no con la frecuencia con la que mamá lo mira y llora, ella te extraña más, sólo quiero que lo sepas.
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